¿Qué tiene que ver el dramaturgo, novelista y poeta alemán Johann Wolfgang von Goethe con los cristales de hematita parda? ¿Por qué éstos reciben el nombre de goethita? En este artículo se explico el porqué mientras hago un recorrido por la vida de uno de los principales representantes del romanticismo alemán.
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Retrato de Johann Wolfgang von Goethe. Escaneado en eneero de 2009; original circa 1765 (Ed. Christoph Michel: Goethe – Sein Leben in Bildern und Texten, Insel Verlag, Frankfurt am Main 1982, ISBN 3-458-04768-9, p.48) o 1768 (Die großen Deutschen im Bilde, 1936). [Dominio Público]
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Nacimiento de Goethe
Johann Wolfgang Goethe nació en 1749 en una ciudad de larga tradición imperial: Fráncfort del Meno. Esta ciudad venía siendo el lugar de coronación del Sacro Emperador Romano Germánico. Y como no estaba sometida a ningún noble o gobernante local, era lo que se llamaba una Ciudad Libre.
De pequeño no acudió al colegio, sino que fue educado por su propio padre bajo la premisa de no perder jamás el tiempo. En su época se le consideró un niño de gran inteligencia provisto de una curiosidad casi enfermiza, lo que le llevaría a adquirir una cultura enorme. Así, estudió idiomas, geología, química y medicina, todo ello completado con lecciones de montura, danza y esgrima. También desarrolló un gran interés por el dibujo, aunque pronto se vería eclipsado por la literatura y el teatro.
Retrato de Johann Caspar, padre de Goethe. Hans Wahl, Anton Kippenberg: Goethe und seine Welt, Insel-Verlag, Leipzig 1932 S.4. [Dominio Público]
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Con 17 años inició estudios de Derecho en la Universidad de Leipzig, pero en lugar de memorizar leyes antiguas prefirió tomar lecciones de poesía y conocer el amor de Anna Katherina, la hija de un comerciante de vinos. Bueno, podría decirse que estaba aprovechando muy bien los años de universidad, aunque los resultados académicos no fuesen los deseados. Quizá, por ello, sus padres lo devolvieron a Fráncfort a la fuerza.
Durante el año y medio siguiente, Goethe hijo enfermó de gravedad experimentando mejorías y recaídas frecuentes. Preocupadas por su estado de salud, la madre y la hermana le cuidaban constantemente. Obviamente, él no podía hacer nada más que descansar.
Su padre, que recordemos era alguien a quien no le gustaban las personas que desperdiciaban el tiempo, empezó a enfermar también, pero de odio hacia su hijo. Al final, en 1770 resolvió mandar al joven a la universidad de nuevo. Esta vez a Estrasburgo. Nada más alejarse del hogar familiar, recuperó la salud, el gusto por escribir de nuevo y las ganas de vivir la vida.
Durante su convalecencia, el joven Goethe, había comenzado a crear poesía. Sin embargo, fue en Estrasburgo cuando conoció la obra de Shakespeare, lo que despertaría en él una pasión que no dejaría de influenciarle como literato. Y es que, Goethe hijo era hombre de pasiones.
En esa época en la que finalizaba su estudios de Derecho se enamoró de Frederica Brion, la hija del párroco de Sessenheim, un pueblo cercano a Estrasburgo, a la que conoció durante una visita turística.
Retrato de Friederike Brion. Por Litho von Georg Engelbach. [Dominio Público]
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El apasionado Goethe describe a Frederica como esbelta y ligera; y camina como si no tuviera que soportar ningún peso. Su cuello es, casi, demasiado delicado como para soportar tan grácil cabeza de trenzas largas. Posee la mirada muy directa, serena, con ojos azules; y su hermosa nariz respingona parece que va buscando tan libremente en el aire, como si no pudiera haber pena en el mundo.
Durante el invierno de 1770 a 1771, Goethe cabalgó hacia Sessenheim numerosas veces, visitando a los Brion por largos períodos. En ellos recorría en barco las aguas del Rin, en compañía de Frederica. El idilio que vivió en ese tiempo despertó en el poeta sentimientos y experiencias desconocidos para él, lo que le inspiró versos y canciones que después enviaba a su amada sellados mediante cintas ilustradas por su propia mano.
Por cierto, este tipo de canciones, los poemas cortos declamados con acompañamiento de piano u otro instrumento, constituyen un género típicamente alemán del romanticismo: el Lied. Pues bien, fueron estas obras inspiradas por Frederica las que fundaron la fama de Goethe como poeta.
Pero esta historia tiene final triste. Un final que ensombrece la figura de Goethe. En todo este tiempo el poeta había alimentado la impresión de ser, más o menos, el prometido de Frederica, sin haber hablado del asunto ni con ella, ni con sus padres. Eso hizo que, coincidiendo con la finalización de sus estudios y el regreso a Fráncfort, rompiese la relación con la muchacha de forma abrupta. Quiero decir, que rompió con ella por carta. Ni siquiera se lo dijo en persona.
Frederica le respondió con una carta desgarradora, y aunque fue cortejada por otros pretendientes, nunca se casó; permaneciendo soltera por el resto de su vida. Algunos biógrafos del literato juzgan que su comportamiento quebró el corazón de una muchacha demasiado tierna.
Tesis de Goethe en Estrasburgo
No fue este el único recuerdo imborrable que dejó el apasionado Goethe en Estrasburgo. Resulta que, para la obtención del título universitario, preparó una tesis doctoral centrada en la relación entre la Iglesia y el Estado. Según otro biógrafo de Goethe, los teólogos de Estrasburgo consideraron el texto como un escándalo y a su autor como un demente que desprecia la religión.
A pesar de todo, el Decano de la Facultad de Derecho intercedió en el asunto y le permitieron presentar el trabajo en el que Goethe abordó la cuestión de si la madre que mata a su hijo debe ser condenada a muerte también.
Regreso a Fráncfort y viaje a Darmstadt
Goethe regresa a Fráncfort, su ciudad natal, para ejercer de abogado; presto y dispuesto a proyectar todo el ímpetu de la juventud germánica en el mundo del Derecho, buscando transformar las cortes de justicia en lugares más humanos. Obviamente, perdió la mayoría de sus casos, y recibió numerosas reprimendas por ello.
Descorazonado, en 1772, viaja a Darmstadt, invitado a la corte del Príncipe de Hesse donde su inventiva era ciertamente apreciada. Allí se dedicará a la literatura escribiendo una obra que le dará reconocimiento entre sus contemporáneos, el Götz von Berlichingen, un colorido drama basado en la vida de un noble bandolero que cometía sus fechorías en el contexto de la Gran Revuelta Campesina de 1524. Vamos lo que vendría a ser las aventuras de un Curro Jiménez con ínfulas o un gaucho como Bairoletto.
Götz von Berlichingen. Original del Zweihundert deutsche Männer in Bildnissen und Lebensbeschreibungen, Leipzig 1854, editor Ludwig Bechstein. [Dominio Público]
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Pero a pesar del éxito, seguía siendo pobre. En ese mismo año se muda a la cercana ciudad de Wetzlar a ejercer de nuevo la abogacía. Será en esa ciudad, en 1774, donde escriba el libro que le dará fama mundial: las penas del joven Werther.
Bueno, ya sabéis que últimamente colaboro mucho con otros podcast literarios, como el Vuelo del Cometa y Noviembre Nocturno. Y aprovecho para recomendaros los programas en los que participé sobre la vida y obra de Terry Pratchett, que creo que quedó muy bien.
Además también soy miembro del taller literario de Álvaro Aparicio, que también os recomiendo si queréis aprender a juntar letras con sentido.
El caso es que, hay un tema recurrente que siempre sale en la literatura. El autor que vuelca sus experiencias en la obra. La obra es un reflejo de la vida del autor.
En este caso, las penas del joven Werther, trata de un joven que vive una pasión desesperada por una mujer pero, en realidad, se trataba de una amistad cordial y relajada. Este amor no correspondido se transforma en desesperación cuando la mujer se casa con su prometido, que también era amigo de Werther. Ya después de consumado el matrimonio, la mujer se reúne con el joven, recitan poesía shakespiriana y a consecuencia de ello, se besan.
El caso es que, la mujer comprende su error, y pide a Werther que se vaya. El joven se da cuenta de que mientras uno de los tres viva, nadie será feliz. Incapaz de hacer daño a la pareja, decide suicidarse como única solución posible.
Lo importante es que aquí se ve lo que él le hizo a Frederica, pero con los papeles invertidos. ¿Es Werther un trasunto de Goethe?.
Relación de Goethe con la mineralogía
Es ahora donde aparecerá la relación entre Goethe y la mineralogía. Resulta que la fama de Goethe como persona culta e ilustrada, junto con su renombre literario, le granjearon la amistad de Karl August, el Duque de Sajonia-Weimar-Eisenach.
En 1775, el duque invitó a Goethe a vivir en su corte de Weimar de donde ya no saldría, convirtiéndose, con el transcurso de los años, en su consejero principal y en el superintendente de la biblioteca ducal, así como en asistente militar del duque durante las campañas de las guerras napoleónicas. En esos años compaginó las obligaciones del cargo, junto con una fructífera carrera literaria, así como con una poco conocida faceta científica, que es el motivo por el que lo he traído al podcast.
Resulta que Goethe estudió la anatomía de los animales, la morfología y su evolución. Por cierto, estos estudios después influenciarían de forma indirecta a Charles Darwin. Su principal contribución a este campo está en el descubrimiento de que los mamíferos poseen hueso intermaxilar. En su honor, este hueso situado en un lugar recóndito de la mandíbula, recibe el nombre de “hueso de Goethe”.
Otra contribución notable fue la invención de un barómetro de agua para medir la presión atmosférica. Este dispositivo era más fácil de construir que el barómetro de mercurio de Torricelli.
La teoría de los colores de Goethe
Sin embargo, la contribución que más orgullo le produjo fue la de la Teoría de los colores, a la que contribuyó el hecho de que Goethe fue el propietario de la mayor colección privada de minerales de su tiempo. Poseía unos 17.800 ejemplares.
El propio Goethe reveló a un amigo que “En cuanto a lo que he hecho como poeta, no me enorgullezco de ello. Pero que en mi siglo soy la única persona que conoce la verdad en la difícil ciencia de los colores, […] en esto tengo conciencia de una superioridad sobre muchos”.
En fin…, la teoría de Goethe se basaba en una idea rompedora para su época: que el color surgía de la interacción dinámica entre la luz y la oscuridad, en el seno de un medio que no es transparente sino turbio.
Sus observaciones sistemáticas constituían una crítica muy bien fundamentada a la teoría de Newton sobre el color. Sin embargo, se oponía al tratamiento matemático del fenómeno. Él prefería un enfoque más intuitivo del asunto y subrayaba los aspectos psicológicos y estéticos de los colores. Esta limitación le llevó a ser ignorado en los ambientes más científicos. En cambio, en el mundo del arte, sus aportaciones, hoy en día, están más vigentes que nunca.
La primera, super importante si nos gusta dibujar en ordenador, es que tenemos dos modos de color: el aditivo y el sustractivo. El primero sería el modo RGB: los colores en pantalla se obtienen mezclando luces de los tres colores primarios, rojo, verde y azul. Es el modo adecuado para representar colores en pantallas de televisión y monitores de ordenador.
En cambio, en el mundo de la imprenta, se emplea el modo CYMK, que es sustractivo. Los colores se obtienen por la mezcla de pigmentos, que, al reflejar la luz de ese color, restan a la mezcla en lugar de añadir color. Para ello se usan las tintas cian, amarillo, magenta y negro.
Pero, sin duda, la más famosa contribución es “la rueda del color” que todos conocemos. Goethe pensaba que lo más importante era la percepción de los colores en el ojo, y la importancia de los opuestos. Por ello, la disposición más adecuada para representarlos era mediante una rueda en la que se colocaban enfrentados los opuestos. Y esta disposición también representaba los temperamentos de las personas.
Rueda del color de Goethe. Original en el Freies Deutsches Hochstift – Frankfurter Goethe-Museum. [Dominio Público]
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Ya digo que la herencia de Goethe en la ciencia no ha perdurado, pero en el mundo del arte todavía está vigente. Y esto se debe a que su “Teoría de los colores” fue traducida al inglés en 1840 y después abrazada por William Turner, el más famoso pintor paisajista inglés, cuyo dominio del color le granjeó la reputación de ser “el pintor de la luz”, al igual que Joaquín Sorolla y Johannes Vermeer.
Y por este motivo, queridos oyentes, es por lo que un contemporáneo del poeta alemán, un mineralogista llamado Lenz, bautizó a los cristales de hematita parda como goethita; para reconocer las valiosas aportaciones a la ciencia del color de Johann Wolfgang von Goethe.
Si sigues el enlace irás a la página de notas del episodio del arte en la Prehistoria.
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